![]() Porque un dichoso y vindicador día, que es hoy, que debe ser hoy, que vas a vivir ahora, compañero visitador y compañero camino, la opaca ventana de tu reino de pega, de tu corona de hojalata, descorrerá sus grises visillos y te descubrirá, ahí abajo, al alcance de tus pasos, una mondadura en el asfalto, toda una paleta de azules, rojos, amarillos y verdes, que te dibujarán la palabra CIRCO y un iris en la piel.
Ese día de albricias, este hoy que nadie va a frenar, tú, viejo compañero de cadenas malamente doradas, compañero nuevo en esta manumisión, bajas las escaleras de tu ceguera recién pintada, de cuatro en cuatro; saltas el estrecho que te separa de ese oasis de luz y de color, y te ahogas en su remolino de carromatos que en volandas te lleva al asiento del redoble, de sones que encogen el pecho y ensanchan los labios de oreja a oreja, donde se apaga el ruido: el asiento de la penúltima de las utopías, la que el dos por dos igual a cuatro nos ha tratado de borrar, la que proclama que cuatro casi es el infinito. |
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