Cuando quieras darte cuenta, o las dos horas o esta visita se te habrán agotado. Luis, el payaso de aceite de oliva y merengue está tocando el acordeón. ¿Lo oyes? La bailarina le hace señas, porque es la hora de despedirse. Y porque es esa hora en que luz, color y calor se van debilitando, el augusto trata de encontrar un escondrijo para sus dos lagrimones. La hebra de luz, color y calor se encoge -tú, yo y todos nos encogemos-, hasta enmarcar a la risa pálida y a la chica, hasta borrarlos. Los carromatos vuelven al camino, porque les esperan otros grises que colorear, porque tu gris, el mío y el de todos ya no es casi gris, pues han catado el color. |
Escrito en Zaragoza cuando son mis golfas cuatro de la mañana - tinta, humo y cuba libre, canallas y amantes - de este veintidós de septiembre del noventa y todos, y nada.
|
|
|
|
|
|