Cuando quieras darte cuenta,

o las dos horas

o esta visita

se te habrán agotado.

Luis,

el payaso de aceite de oliva y merengue

está tocando el acordeón.

¿Lo oyes?

La bailarina le hace señas,

porque es la hora de despedirse.

Y porque es esa hora

en que luz, color y calor se van debilitando,

el augusto trata de encontrar

un escondrijo para sus dos lagrimones.

La hebra de luz, color y calor se encoge

-tú, yo y todos nos encogemos-,

hasta enmarcar a la risa pálida y a la chica,

hasta borrarlos.

Los carromatos vuelven al camino,

porque les esperan otros grises que colorear,

porque tu gris, el mío y el de todos

ya no es casi gris,

pues han catado el color.

 Escrito en Zaragoza cuando son mis golfas cuatro de la mañana - tinta, humo y cuba libre, canallas y amantes - de este veintidós de septiembre del noventa y todos, y nada.